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La dimensión científica y tecnológica en la construcción de territorios sostenibles

  • Foto del escritor: Daniel Alarcón
    Daniel Alarcón
  • 12 feb 2020
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 12 mar 2020

Ante los problemas sociales, ambientales y económicos de nuestro tiempo, desde hace ya bastante tiempo se ha asumido que la clave para superarlos y continuar por el sendero del desarrollo es la ciencia y la tecnología, sin embargo, en el contexto actual existen cuestionamientos sobre sus logros al evidenciar que “gran parte de las invenciones y descubrimientos, como se ve hoy, no iban tanto a aliviar la pobreza ni satisfacer las necesidades fundamentales, como a abrir un vasto dominio de superfluidades y lujos que satisfacer a algunos grupos sociales dominantes”. (Alvarez et al, 1993)


Lo anterior pone en duda la capacidad de la ciencia y la tecnología incluso para asumir el reto de la sostenibilidad en los territorios, por lo que se requiere dar un giro a la dimensión cognitiva que ha dado vida a los desarrollos tecnológicos e innovaciones hasta ahora. Para empezar se requiere redefinir la relación de la sociedad o del ser humano con la naturaleza y el papel que la ciencia y la tecnología juega, ya que esta relación ha demostrado ser una de las más importantes de nuestro tiempo y necesita con urgencia nuevas interpretaciones.


La ciencia y la técnica han sido el vehículo que ha permitido al hombre ratificar su señorío sobre la naturaleza, a través del desarrollo de su capacidad empírica y científica de conocer el funcionamiento de su realidad (el funcionamiento de la naturaleza). Esta visión de dominio sobre la naturaleza predomina hoy en día en la sociedad y ha moldeado por siglos el estilo de vida del ser humano, al ser incorporados de manera “estratégica” en las ideas sobre civilización y de progreso. Civilización entendida como “el cuerpo de conocimiento empírico y científico, y el conjunto de medios técnicos para el control del hombre y de la naturaleza que se encuentran en toda sociedad” (Merton, 1984) y progreso entendido como “el desarrollo de instrumentos y medios para alcanzar fines determinados, para aumentar el dominio del hombre sobre la naturaleza y, por ende, aumentar su bienestar y felicidad”. (Merton, 1984)


Si se logra el dominio sobre la naturaleza se aumenta el bienestar y la felicidad del ser humano. Esta perspectiva logra diferenciar al ser humano del resto de la naturaleza, el hombre es el sujeto y la naturaleza el objeto. En palabras de Cordon “este modo de conocer lleva necesariamente a una interpretación antropomórfica de la naturaleza: tan pronto ésta aparece como algo pasivo que el hombre modela como ser extranatural (opuesto al proceso natural y no parte integrante de él), tan pronto, a la inversa, la naturaleza se interpreta animada por voluntades a imagen de la Humana” (Cordon,1982).


Esta posición del hombre frente a la naturaleza se acaba de fundamentar teniendo en cuenta que para que las sociedades sean prosperas, civilizadas y presenten una trayectoria de progreso deben asegurar altos niveles de crecimiento económico, soportado en procesos productivos que cada vez deben ser más sofisticados y eficientes para obtener el mayor beneficio de la explotación de la naturaleza. Frente a este cometido la ciencia y la tecnología han prestado un excelente servicio y se ha beneficiado también, pues de acuerdo con Bernal “las ciencias […] sólo evolucionan y se desarrollan cuando guardan una relación estrecha y viva con el mecanismo de la producción”. (Bernal, 1967). La ciencia y la tecnología han sido empleadas especialmente para impulsar el crecimiento económico de las naciones, mejorando en sus concepciones metodológicas por ejemplo con la incorporación de perspectivas como la economía de la innovación, y manteniendo por supuesto este carácter antropocéntrico que pone al hombre como dueño de la naturaleza, la cual está a su disposición para satisfacer sus necesidades.


En los años 70s los movimientos sociales hicieron evidente que los desarrollos científicos y tecnológicos, estaban teniendo un impacto negativo en el ambiente y la sociedad, impulsados por los elementos antes mencionados, por el afán de alcanzar un provecho inmediato, así como por una ingenuidad insospechada. Bernal afirma que “a lo largo de la mayor parte de la historia las mejoras técnicas se han suscitado más bien por el estímulo del provecho inmediato que podría reportar a algunos individuos o clases, a menudo en detrimento de los demás, y a veces, como en la guerra - que es una fuente perenne de ingenuidad- procurando su destrucción” (Bernal, 1967).


Al reconocer lo anterior y evidenciar que el momento histórico es otro (con nuevos retos y potencialidad), se requiere una nueva perspectiva del papel de la ciencia y la tecnología en la sociedad, incluso una ciencia y tecnología latinoamericana ya que como afirma Vessuri “no existe una ciencia abstracta y universal, sino una ciencia en la historia, la ciencia es desarrollada por personas singulares, en condiciones particulares en momentos específicos” (Vessuri, 1983), y también siguiendo a Shinn "Entornos ideológicos, políticos, económicos, institucionales y psicológicos producen verdades diferentes, y a veces contradictorias, siendo cada una de ellas el fruto de un dispositivo social específico, dentro del cual son válidas” (Shinn, 1999).


En este marco el desarrollo de la ciencia y la tecnología no puede continuar con la perspectiva anterior sino adaptarse a las nuevas condiciones ambientales, sociales y económicas de cada país y lugar, atendiendo al imperativo de la sostenibilidad, el cual busca un desarrollo integrador de las sociedades a largo plazo en un equilibrio dinámico entre las dimensiones antes mencionadas y no privilegiando solo a una (la económica) como hasta ahora. Quizá sería pertinente revaluar las palabras de Bernal y afirmar que: las ciencias […] sólo evolucionan y se desarrollan cuando guardan una relación estrecha y viva con los mecanismos de la sostenibilidad.


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La sostenibilidad plantea la necesidad de realizar una comprensión diferente de la naturaleza y de la realidad actual, para lo cual se requiere establecer una relación con la naturaleza basada en una nueva perspectiva, quizá biocentrica y de aprendizaje, que permita superar la relación de dominación. Esto llevará, a su vez, a que la ciencia y la tecnología (como dimensiones articuladoras de esta relación) reconozca el carácter complejo de la realidad y de la sostenibilidad para: acoger perspectivas interdisciplinares que permitan reorientar los esfuerzos de I+D, una visión de largo plazo y una actitud de precaución, preparación y anticipación.


En consecuencia, se requerirá la participación de nuevas disciplinas científicas como la ecología urbana y la economía ecológica, entendidas como “espacios con sus propias prácticas, sus propios elementos cognitivos y sus propios actores” (Pellegrini, 2013) y que a su vez se caractericen por asumir la complejidad, es decir se consideren disciplinas policentricas que se ocupan de estructuras con “numerosos nichos cognitivos, conceptuales y fenomenológicos que se entrelazan” (Shinn, 20007).


Por otra parte, en materia de política científica entendida como la elección acerca de qué ciencia hacer (Vessuri, 1983), se debe considerar un enfoque democrático para orientar la ciencia y la tecnología hacia la resolución de problemas de la sociedad y empoderar a las comunidades con un horizonte de largo plazo, apoyado en instituciones dedicadas a las políticas científicas que cubran tres funciones: información, consulta y coordinación, que posibiliten la preparación de las políticas científicas por servidores públicos, el análisis por parte de consejos de expertos, y la coordinación entre diversos ministerios y organismos dedicados a actividades de investigación y la aplicación junto con los sectores privados (Salomon, 1997). Además, para fortalecer la actitud de precaución y anticipación se requiere formalizar la actividad de evaluación de la tecnología: “una nueva función que permitiera prever posibles efectos indeseables o considerar los costos de introducir nuevas tecnologías en relación con las necesidades sociales obvias o descuidadas”, actividad que debe desarrollarse por “[…] organismos especiales, dentro o fuera de sus parlamentos, cuya función no sólo es anticipar y regular los efectos de los cambios tecnológicos, sino también comprometer más al público, si no es que hacerlo participar también en el proceso de toma de decisiones respecto a las actividades científicas y tecnológicas” (Salomon, 1997).


La ciencia y la tecnología en el momento histórico definido por la sostenibilidad deberían adquirir características como las mencionadas por Velho en el paradigma de la ciencia para el beneficio de la sociedad, según el cual “supone, en el plano de los discursos, la ampliación de los colectivos sociales significativos más allá de científicos y empresas, hacia otros actores sociales significativos, que serán portadores de nuevas demandas, ya no sólo orientadas hacia la ganancia de competitividad, sino al mejoramiento de la calidad de vida de amplios sectores sociales. En el plano de las políticas ello se expresa en la ampliación de los públicos consumidores de conocimientos, en instrumentos destinados a la ´apropiación social del conocimiento´ y a programas destinados a la democratización de la ciencia y la tecnología” (Kreimer, 2015).


Este paradigma hace participes de la cuestión científica y tecnológica a otros actores además de los científicos y los empresarios, lo cual implica el desarrollo de mecanismos que posibiliten el encuentro y la interacción entre los diferentes actores. El principal mecanismo, es el hecho mismo de que la ciencia y la tecnología deben responder a un contexto social acotado y local, lo cual resalta la dimensión espacial que se expresa en territorios, regiones e incluso ciudades como contenedores de estas dinámicas de interacción. Ya lo mencionaba Merton, la urbanización aparejada a la densidad poblacional incide en el avance de la ciencia y la tecnología en la medida en que aumenta la necesidad de nuevas invenciones e intensifica la interacción social.


Las ciudades hoy en día son el espacio predilecto para la promoción de la ciencia y la tecnología, desde una concepción multidimensional en el marco del desarrollo sostenible, a través del impulso de redes cuyo papel es muy importante en la generación, difusión y aprendizaje científico y tecnológico en las que operan diferentes procesos los actores que las conforman.


Estos conceptos y perspectivas proporcionan un marco de actuación que puede derivar en una serie de líneas de trabajo, sobre las cuales se debe trabajar en los países, regiones y ciudades para impulsar la ciencia y la tecnología en función del desarrollo sostenible. Pero lo más importante, volviendo un poco al génesis de este articulo, es dar el primer paso hacia la re significación de la relación sociedad – naturaleza.


Bibliografía

Alvarez, A.; Méndez, R. y Martínez Márquez, A. (eds.) (1993): Tecnología en acción, Barcelona, Rap, pp. 3-13.

BERNAL, John (1967): Historia social de la ciencia, Barcelona, Península. Cap. 1. (32 págs)

CORDON, Faustino (1982). La función de la ciencia en la sociedad. Madrid, Anthropos. Cap. II. (51 págs)

KREIMER, Pablo (2015). Los mitos de la ciencia: desventuras de la investigación, estudios sobre ciencia y políticas científicas. Nómadas, 52, 33-51

MERTON, Robert (1984): Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII. Madrid, Alianza. Cap. 11.

PELLEGRINI, P. (2013). Del campo al laboratorio. La institucionalización de la biología molecular en Argentina. Scientiae Studia. Revista Latino-Americana de Filosofia e História da Ciência, Vol. 11, N° 3, pp. 531-556.

SALOMON, Jean-Jacques (1997). “La ciencia y la tecnología modernas”, en Salomon, Sagasti y Sachs (comps): La búsqueda incierta: Ciencia, tecnología, desarrollo. México, Fondo de Cultura Económica.

SHINN, Terry (1999): “Prólogo” en Kreimer, P.: De probetas, computadoras y ratones. Buenos Aires, Editorial UNQ (12 págs).

SHINN, T. (2007 [1988]). Jerarquías de investigadores y formas de investigación. Redes, vol. 12, núm. 25, pp. 119-163.

SHINN, Terry (2002): “La Triple Hélice y la Nueva Producción del Conocimiento enfocadas como campos socio-cognitivos”. REDES, Vol. 9, N° 18, pp. 191-211.

VESSURI, Hebe (comp.) (1983): La ciencia periférica (“Introducción”). Caracas, Monte Avila.

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